Es infecciosa, contagiosa y puede ser mortal hablemos de la hepatitis, la problemática enfermedad que afecta el hígado.
La hepatitis es una enfermedad que afecta al hígado, uno de los órganos más importantes de nuestro cuerpo, el cual, se encarga de regular la mayor parte de los niveles químicos de la sangre, también excreta una sustancia llamada “Bilis”, que ayuda a descomponer las grasas y las prepara para su posterior digestión y absorción; además se encarga de procesar la sangre y separa sus componentes, los equilibra y crea nutrientes para que el cuerpo los utilice. Los medicamentos, o sustancias que pueden ser consideradas nocivas para el cuerpo el hígado se encarga de metabolizarlas. El hígado tiene funciones vitales para el correcto funcionamiento de nuestro organismo por lo que un hígado enfermo representaría una serie de problemas para la salud.
Definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como: “una inflamación del hígado que puede causar una serie de problemas de salud y puede ser mortal”. La inflamación es debido a un virus que se cataloga en cinco cepas: A, B, C, D y E, aunque, puede haber otras causas como el contagio de alguien afectado con el virus, por el abuso del consumo de alcohol, intoxicación causada por venenos, medicamentos, algunos productos químicos o suplementos. Siendo esta la razón por la que no se recomienda la automedicación o la auto-suplementación, en especial sin la supervisión de un profesional de la salud.
¿Cuáles son los síntomas de la hepatitis?
Algunas personas con hepatitis no presentan síntomas y no saben que están infectadas, sin embargo, cada cepa del virus puede desencadenar síntomas graves. Los síntomas de la hepatitis A, B y C pueden presentar fiebre, malestar, pérdida del apetito, diarrea, náuseas, malestar abdominal, orina oscura e ictericia (coloración amarillenta en la piel y en los ojos). En algunos, el virus puede causar una infección crónica, que puede evolucionar a cirrosis o cáncer de hígado, por lo que el riesgo de muerte es alto.
La hepatitis D sólo se desarrolla en personas que ya hayan sido infectadas en el pasado con la cepa B, no obstante, la infección doble con los tipos B y D puede desarrollar una forma más grave y dar lugar a peores resultado sanitarios, entre ellos una evolución acelerada de una cirrosis, sin embargo, la hepatitis D crónica suele ser muy rara.
La hepatitis E suele comenzar con fiebre, disminución del apetito, náuseas y vómito durante varios días. Algunas personas también experimentan dolor abdominal, escozor (sin lesiones cutáneas), erupciones en la piel, dolor articular, ictericia, orina oscura, heces pálidas y en ocasiones insuficiencia hepática aguda.
Contagio
El virus de la hepatitis B, en su mayoría, se encuentra en la sangre y en menor medida en la saliva, el semen u otros fluidos, sin embargo, puede contraerse teniendo contacto directo con los fluidos corporales infectados, los cuales son generalmente a través de un pinchazo de aguja o por contacto sexual.
Así que se recomienda no compartir cepillos de dientes, cortaúñas, máquinas de afeitar, agujas, jeringas o glucometros asi como no mantener relaciones sexuales sin protección.
Prevención y tratamiento
Una de las maneras más eficientes de evitar la hepatitis es la vacunación, pero también una buena alimentación, evitar la ingesta de alcohol, así como la buena higiene en los alimentos y bebidas forman parte del cómo mantener tu hígado saludable.
Sin embargo, el tratamiento para la hepatitis dependerá del tipo específico de hepatitis, su gravedad y si es aguda o crónica. Aquí te damos un resumen general de los tratamientos más comunes para algunos tipos de hepatitis:
- La hepatitis A generalmente se resuelve por sí sola sin necesidad de un tratamiento específico.
El médico puede recomendar descanso, una dieta saludable y evitar el consumo de alcohol hasta que el hígado se recupere por completo.
- Para la hepatitis B aguda, generalmente se requiere tratamiento de apoyo con descanso, una dieta adecuada y abstinencia de alcohol.
La hepatitis B crónica puede requerir medicamentos antivirales, como entecavir o tenofovir, para suprimir la replicación del virus y reducir el daño hepático.
Se pueden recomendar pruebas de seguimiento y monitoreo regular del hígado para evaluar la progresión de la enfermedad.
- El tratamiento para la hepatitis C ha avanzado significativamente en los últimos años. Se utilizan medicamentos antivirales de acción directa (AAD) que tienen altas tasas de curación.
La duración y el tipo de tratamiento dependerán del genotipo del virus y de la gravedad del daño hepático.
La terapia combinada con AAD puede eliminar el virus de la mayoría de las personas y prevenir complicaciones a largo plazo.
- El tratamiento para la hepatitis D está dirigido principalmente a tratar la hepatitis B crónica, ya que el virus de la hepatitis D sólo puede replicarse en presencia del virus de la hepatitis B.
Los medicamentos antivirales utilizados para tratar la hepatitis B también pueden ser beneficiosos para aquellos con hepatitis D.
- Hepatitis E: En la mayoría de los casos, la hepatitis E aguda se resuelve por sí sola sin tratamiento específico.
Si la enfermedad es grave o crónica, el médico puede considerar opciones de tratamiento según la situación individual del paciente.
Es fundamental consultar a un médico o especialista en enfermedades hepáticas para obtener un diagnóstico adecuado y un plan de tratamiento personalizado según el tipo y la gravedad de la hepatitis. Recuerda que el auto-tratamiento puede ser peligroso y se debe evitar.
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